miércoles, 14 de mayo de 2008

Nunca mais (y II)

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Me pregunto el tipo de diálogo que se puede sostener con quien deja una furgoneta cargada con trescientos kilos de explosivos frente a un cuartel de la guardia civil; me pregunto como quien asesinó a veinticinco personas a sangre fría se le puede calificar como "favorable al proceso"; también qué tiene en la cabeza quien disparó a sangre fría contra Miguel Angel Blanco en un inaceptable chantaje al estado.

No hay otro tratamiento del terror que la ley bien aplicada y ejecutada, con rigor sin otro sentimiento que el puramente técnico o profesional.

Pero existe una prevención, una profilaxis que sucesivos gobiernos de diferentes colores políticos jamás aplicaron: La educación. Instruir a nuestros hijos en el odio, en la santificación de lo autóctono y la demonización de lo extraño, en buscar su hecho diferencial en una cultura local trasnochada dentro de la globalización del mundo actual, es el caldo de cultivo de la intolerancia, que está a dos pasos de la violencia y del terror. Pagamos el precio de nuestro imprudente consentimiento a los caprichos de nacionalistas exaltados que reivindicaron siempre los únicos párrafos de la historia favorables a sus intereses, pero, conocedores de las funestas consecuencias de esta actuación, no podemos permitir ni un día más la formación de ese espíritu a través de trasnochados planes educativos.

Por desgracia, en Euskadi no precisan una educación para la ciudadanía, les es imprescindible una educación para la libertad.

 

NO A ETA

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