El Sr. Bermejo no se caracteriza precisamente por su silencio, precisamente el que ha mantenido desde que saltó a la opinión pública lo sucedido con la pequeña Mari Luz. Desde entonces no se le ha oído hablar, pasando totalmente desapercibido en los medios, algo absolutamente infrecuente en el Sr. ministro, que nos tiene habituados a sus incontinencias verbales. Pues bien, ahora tiene otro ejemplo en el que la incompetencia lleva a un asesino convicto a la absolución, precisamente por la dejadez de los funcionarios en su labor. Lejos de constituir una garantía del procedimiento, la propia administración ha consentido, tal vez por omisión, la concatenación de una serie de acontecimientos que condujeron a la libertad de un asesino y al homicidio de una niña por quien debería de haber estado en prisión. Estos errores, hasta ahora respondidos con el silencio por parte del Sr. Bermejo, no se pueden disculpar ante la opinión pública y constituyen un motivo más que justificado para que quien siempre habló más de la cuenta, guarde silencio definitivamente en su calidad de máximo representante de la justicia en este país. La única salida medianamente honrosa del ministro, es su dimisión inmediata.
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