domingo, 10 de febrero de 2008

Más precampaña


La propuesta de D. Mariano relativa a los inmigrantes no cae mal a los españoles; nadie quiere en este país niñas que no hagan gimnasia porque su indumentaria no cumple la norma islámica (gracias Sr. Roura) o que sean retiradas de la educación por cuestión de sexo. de hecho, EL PASIS se hace eco de lo hondo que ha calado en la población española y titulan su portada con este tema y bajo una fotografía que -esta vez sí- es representativa de los que sucede en Turquía y que como acertadamente decía ayer nuestro colaborador Sr. Roura, puede tomar un camino parecido al Irán de Jomeini.
PAZ, acrónico de plataforma de apoyo a Zapatero, como muy bien señala la editorial de EL MUNDO, no puede estar más lejos de su propio significado. El insulto, especialmente si viene de privilegiados socialmente, como es este caso, descalifica a quien lo profiere, no a quien se dirija. Mención especial merece D. Víctor Manuel, cantautor de un tema en el que alaba a Franco y le desea lo mejor, por la paz que trajo a España. Su actitud suena a la de quien se vende al mejor postor; el Sr. Almodóvar, el la fotografía, tiene el mérito de haber denunciado un golpe de estado del PP; en fin, al margen de lo inadecuado de sus formas, está la escasa ética que puede acompañar a estos personajes.
Les dejo la editorial de EL MUNDO; después, si tengo tiempo, pondré una entrada con la canción de Víctor Manuel, para quien no la recuerde.

LOS INSULTOS DE LOS ARTISTAS

Una nutrida representación de artistas españoles se ha integrado en la denominada Plataforma de Apoyo a Zapatero (PAZ), de la que hay que apuntar, de entrada, que no hace honor a su nombre. El espíritu beligerante y el tono agresivo que destiló ayer en su presentación encajan mal con el acrónimo, al punto que más que de «apoyo» al dirigente socialista parece dirigida a destruir al adversario de éste.

En el primer acto público de la plataforma, su portavoz, el director de cine José Luis Cuerda, arremetió contra la «imbecilidad» de los populares y la «teocracia humillante y estúpida» que, según ellos, Rajoy estaría dispuesto a implantar de acuerdo con la jerarquía de la Iglesia española. Cuerda pidió, en referencia al PP, «que no vuelva la turba mentirosa y humillante», un partido del que, dijo, «piensa desde su imbecilidad que todos somos más imbéciles que ellos». Como salta a la vista, argumentos nada pacíficos. Después de tales groseras manifestaciones, ¿cómo pretenden sus impulsores equipararse a los artistas que respaldan en EEUU al candidato demócrata Barack Obama, cuando éstos no insultan a nadie? Por lo mismo, es muy difícil que les creamos cuando aseguran que apoyan la «política basada en el diálogo» de Zapatero, o cuando cantan el himno que han preparado para apoyarle y que titulan con un angelical Defender la alegría.

Las plataformas de apoyo a los candidatos son legítimas y hasta convenientes. Funcionan en todos los países con tradición democrática. Pero lo que se espera de ellas es que aporten al debate ingenio, racionalidad y sosiego, y no virulencia barata, como hace esta PAZ indigna de su nombre. Además, esta iniciativa es la gota que colma el vaso de una ofensiva que ha tenido sus primeros actos en la gala de los premios Goya y en la de los Max, y que no es sólo de este año: ya engendró episodios semejantes con ocasión de la Guerra de Irak. De tal forma que, lejos de haberse constituido una plataforma espontánea de apoyo a un candidato, parece que asistimos a la cristalización de un acoso y derribo estructural del mundo de los artistas contra el PP, ya gobierne o esté en la oposición.

Lo curioso es que los impulsores de esta iniciativa critican a la Iglesia por crispar los ánimos y han montado su propia parroquia para incurrir en el defecto que denuncian y que ellos sí cometen con la ofensa y el exabrupto. La situación que han generado puede incluso volverse en su contra porque han acabado por alumbrar un estereotipo con nula credibilidad. Más aún por cuanto muchos de sus impulsores son, como ayer dibujó Rajoy, socialistas millonarios que engordan sus arcas con el dinero que sale de los bolsillos de todos los ciudadanos -también de los de aquéllos que tachan de «imbéciles»-, bien mediante subvenciones, bien con un canon injusto como el digital.

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