viernes, 29 de febrero de 2008

El extranjero

Como un descanso a la política del día a día, adjunto el final de El Extranjero, sus dos últimas páginas, en las que increpa al capellán de la prisión y termina recapacitando sobre su vida. La música elegica para acompañarlo, 5:15 de The Who, tema de su "ópera rock" Quadrophenia. Que lo disfruten, si les apetece.

http://www.youtube.com/watch?v=U5t4Kvb0wTU&feature=related


¿Qué importaba si acusado de una muerte lo ejecutaban por no haber llorado

en el entierro de su madre? El perro de Salamano valía tanto como su mujer. La mujercita autómata era tan culpable como la parisina que se había casado con Masson, o como María, que había deseado casarse conmigo. ¿Qué importaba que Raimundo fuese amigo mío al igual Celeste, que valía más que él? ¿Qué importaba que María diese hoy su boca a un nuevo Meursault? Comprendía, pues, este condenado, que desde lo hondo de mi porvenir... Me ahogaba gritándole todo esto. Pero ya me quitaban al capellán de entre las manos y me amenazaban los guardianes. Sin embargo, él los calmó y me miró en silencio. Tenía los ojos llenos de lágrimas. Se dio la vuelta y desapareció.

Cuando salió, recuperé la calma. Me sentía agotado y me arrojé sobre el camastro. Creo que dormí porque me desperté con estrellas sobre mi rostro. Ruidos del campo subían hasta mí. Un aroma a noche, a tierra y a sal refrescaba mis sienes. La maravillosa paz de este verano adormecido entraba en mí como una marea. En ese momento y en el límite de la noche, oí aullar unas sirenas. Anunciaban la salida hacia un mundo que ahora me era para por completo indiferente. Por primera vez desde hacía mucho tiempo pensé en mamá. Comprendí por qué, al final de una vida, había tomado un «novio», por qué había jugado a empezar otra vez. Allá abajo, allá abajo también, alrededor de ese asilo donde las vidas se apagaban, la noche era como una tregua melancólica. Tan cerca de la muerte, mamá debía de sentirse liberada y dispuesta a revivirlo todo. Nadie, nadie tenía derecho a llorar por ella. Y yo también me sentí dispuesto a revivirlo todo. Como si esta enorme cólera me hubiese purgado del mal, vaciado de esperanza, delante de esta noche cargada de presagios y de estrellas, me abría por vez primera a la tierna indiferencia del mundo. De encontrarlo tan parecido a mí, tan fraternal, en fin, comprendí que había sido feliz y que lo era todavía. Para que todo se consuma, para que me sienta menos solo, me queda desear que haya muchos espectadores el día de mi ejecución y que me reciban con gritos de odio.

9 comentarios:

Anónimo dijo...

Ruego se me permita acompañar a tan emotivo texto, con una bella poesía de un gran poeta español,grande entre los grandes.

" Cuando me lo contaron sentí el frío
de una hoja de acero en las entrañas;
me apoyé contra el muro, y un instante
la conciencia perdí de donde estaba.

Cayó sobre mi espiritu la noche;
en ira y en piedad se anegó el alma....
¡Y entonces comprendí por qué se llora,
y entonces comprendí por qué se mata!

Pasó la nube de dolor...,con pena
logré balbucear breves palabras...
¿Quien me dio la noticia?... Un fiel amigo...
¡Me hacía un gran favor!... Le di las gracias.

Anónimo dijo...

Esto sí vale la pena. Gracias a francois marie arouet, a D. Alejandro, a Camus y a Bécquer.Victoria

Anónimo dijo...

Y D. Fernando (de Silva) tambíén vale la pena.Ya lo creo.Victoria

Alejandro Pumarino dijo...

Me alegro de que les haya gustado. Todos podemos votar a Camus, más fácil que la elección de políticos, casi todos mediocres...

Anónimo dijo...

Impecable.

Anónimo dijo...
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Anónimo dijo...

Para usted Doña Victoria.

"Cendal flotante de leve bruma,
rizada cinta de blanca espuma,
rumor sonoro
de arpa de oro,
beso del aura, onda de luz,
eso eres tú.

Tú, sombra aérea, que cuantas veces
voy a tocarte te desvaneces
como llama, como el sonido,
como la niebla, como el gemido
del lago azul.

En mar sin playas onda sonante;
en el vacío cometa errante;
largo lamento
del ronco viento,
ansia perpetua de algo mejor,
eso soy yo.

¡Yo, que a tus ojos, en mi agonía,
los ojos vuelvo de noche y día;
yo, que incansable corro demente
tras una sombra, tras la hija ardiente
de una ilusión!".

No es necesario que le mencione al autor porque usted lo conoce de sobra.

Alejandro Pumarino dijo...

Permítame -lo pongo de memoria- añadirle uno especialmente dedicado a Dª Victoria de modo cibernético:
Sabe, si alguna vez tus labios rojos
quema invisible atmósfera abrasada,
que el alma, que hablar puede con los ojos,
también puede besar con la mirada.

Anónimo dijo...

¿A quién conozco Sr.Voltaire? ¿Al autor del poema o al autor de la transcripción del mismo que ha tenido la maravillosa desfachatez de recrear el último verso? ¿Por qué me mantiene con esta duda que me atormenta, oiga usted? Me llenaría de placer conocer a quién tan cortés y bellamente se dirige a mi persona.Deme el gusto.(Y el Sr. Pumarino anotándos tantos.¿Lo ve usted Sr.Arouet?)No se lo permita.Victoria